El recuerdo de la Revolución de Mayo de 1810 está íntimamente relacionado con la idea de inicio de algo nuevo, el nacimiento de la Patria. Con la inigualable sensación de libertad que da saber que uno es dueño de su propio destino. Y por esas cosas del destino nuestro pueblo volvió a renacer otro 25 de Mayo, el de 2003.
Para quienes piensan que todos los 25 de mayo se celebraban en una Plaza de Mayo llena de pueblo, será necesario recordar que durante muchos años, los únicos que “conmemorabanˮ la fiesta patria eran los gobernantes de turno, que se acostumbraron a excluir al pueblo de la celebración. Básicamente, el pueblo era excluido de la “Fiesta” porque no había nada que festejar.
Ahora sí tiene sentido conmemorar la gesta de esos patriotas, pero también y más que nadie, de ese pueblo, porque como dijo ayer Cristina “cualquier esfuerzo individual, cualquier esfuerzo de un puñado de hombres, no pueden construir una nación. Solamente lo hace cuando ese puñado de hombres es acompañado por el pueblo. Por eso, siempre debemos recordar que puede haber pueblo y no revolución. Lo que nunca puede haber es revolución sin puebloˮ.
Aquel 25 de mayo en que Néstor asumía el compromiso de no dejar sus convicciones en las puertas de la Casa Rosada, también anunciaba que “cambio es el nombre del futuroˮ. Sus palabras se fueron haciendo realidad día tras día. Y con Cristina fue mutando el modo de conjugar verbalmente esa frase. Cambio es el nombre del presente, porque el futuro ya llegó hace rato. Se fue instalando en cada argentino cuando se recuperaba el trabajo, cuando se volvían a abrir empresas, cuando se incorporaban a los estudios universitarios miles de primeras generaciones, cuando se les devolvía a los jubilados la merecida retribución por haber hecho tanto por el país, cuando se recuperaba el patrimonio de la patria, cuando la juventud se empezaba a hacer cargo del rol que le estaban asignando.
Pero también está claro que la dinámica de la historia, no permite detenernos y dormirnos en los laureles de lo conquistado. La presidenta planteó desafíos que no son menores: deberemos seguir trabajando para profundizar los logros de esta década ganada, para garantizar otro decenio de conquistas sociales, hasta que no haya una sola necesidad en el seno del pueblo, no podremos dejar de construir con amor la patria soberana que empezaron a forjar los próceres y el pueblo en 1810.
Por eso los enemigos del pueblo no logran entender que la alegría de la Plaza de ayer tiene que ver con que festejamos otro comienzo más: el nacimiento de futuro.