Once años atrás, un 27 de abril, los argentinos y argentinas entraban al cuarto oscuro con mucha bronca y algo de desesperanza. Muchos ya no confiaban en la política y concurrían casi arrastrados por la obligación de emitir el voto y para evitar una multa. Pocos creían que era posible salir de las profundidades del infierno. Pocos esperaban dejar atrás a la desigualdad y la represión al optar por la boleta del Frente para la Victoria.
Ese pingí¼ino de ojos inquietos resultaba desconocido para la gran mayoría de los argentinos. Con más pobres que votos, Néstor Kirchner llegó a la Casa de Gobierno y llevó consigo al proyecto nacional. No dejó sus convicciones en la puerta de entrada, y comenzó la transformación.
Nueve años después de ese momento, la militancia se reunía en el estadio de Vélez Sarsfield para escuchar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en su rol de militante y conductora. Habían pasado muchas cosas. Triunfos políticos y sociales históricos, batallas culturales en marcha, todo el pueblo de pie y una nueva consigna: Unidos y Organizados. En ella se encauzaban muchas otras, visibles desde el primer día. Memoria, Verdad y Justicia. Trabajo, dignidad, inclusión. El poder volvió a ser del pueblo, y ya no de las corporaciones.
El año pasado, a una década de la recuperación de la política como herramienta de transformación, una generación de jóvenes estaba desplegada en todo el país, militando en jornadas solidarias y presente en cada lugar donde hacía falta. Unidos y Organizados, miles de compañeros seguían colaborando con la recuperación de la ciudad de La Plata, después de una de las tragedias más grandes en la historia de la provincia.
Esa generación es la del Bicentenario. Es la militancia organizada, la carnadura de un proyecto que no tiene fecha de vencimiento y que tiene por objetivo alcanzar la felicidad del pueblo. Dedicada a reconstruir los cimientos de la Patria Grande, es a generación que volvió militar con alegría y pasión, y que volvió a enarbolar las banderas de la justicia social, la soberanía política, la independencia económica. Esa juventud maravillosa se encauzó tras un proyecto histórico, decidida a democratizar la democracia y derribar las barreras de lo imposible.
A treinta años de la recuperación de la democracia, volvimos a creer en la política. Once años después de la llegada de Néstor a la presidencia, el país es otro. Queda mucho por hacer, y sólo con este proyecto y con un pueblo empoderado de derechos será posible hacer realidad los sueños que antes eran utopías. Por eso el campo nacional y popular volvió a crecer en fortaleza y en capacidad. Por eso la militancia organizada volvió a inflar el pecho con entusiasmo y convicción. Por eso el pueblo argentino avanza decidido hacia la liberación definitiva de la patria.
El debate, hoy, es sobre el futuro. Con cientos de batallas en nuestras espaldas, estamos preparados para las que tengamos que dar. Somos parte de un proyecto histórico que cuenta con la conducción indiscutida de Cristina Fernández de Kirchner.