El sábado empezó temprano para los Compañeros Cordobeses, la invitación era clara, precisa y profundamente revolucionaria. Esta vez debíamos abandonar la periferia que nos curte y nos enamora para ir al centro; ahi estábamos, vestidos para la ocasión, éramos una manada de ovejas negras que desde General Savio, Guemes, Villa el Libertador, Alberdi, Muller, Villa el Nailon Nueva Córdoba y varios etcéteras más, habían llegado para para festejar un bautismo en la Catedral de Córdoba, peroˮ¦qué bautismo?; si esto era una ruptura, una dislocación, una performance situacionista, un cuento de Kafka, pero sobre todo, era un poema de amor, de un sencillo amor prohibido y luchado.
Los Cumpas entraron pensando en lo lindo que es estar de este lado de la vida, con estos compañeros. Nosotros que día a día recordamos “lo artesanalˮ, esta vez reparamos en los toques de cincel que dieron los ancestros diaguitas y comechingones para crear los detalles de esta maravilla arquitectónica del barroco americano, los militantes que muraleamos las paredes del barrio mirában los frescos de Emilio Caraffa y analizábamos las cúpulas y las columnas de GioavanniBattistaPrímoli; y sí, es una costumbre estructural, es queˮ¦ somos los que bancamos.
La ceremonia empezaba y ahí estaba Umma vestida de blanco porvenir, junto a sus dos Mamás(Carina Villarroel y Soledad Ortiz), la Edecan Naval de Presidencia (Claudia Fenoccio), el padrino (Erik AnibalNuñes) y un pelotón de fotógrafos dispuestos a atrapar la historia. Los Compañeros se llevaron la mano a la boca,para corroborar que estaban despiertos.
El sacerdote Carlos Varas había iniciado el rito y los vecinos de pie, mirando como caían las gotas de agua bendita sobre esas tres mujeres que forman una familia.
Luego, Ellas se dieron un beso que duro más de 20 siglos, que apagó hogueras, que soltó grilletes, que derritió silenos, abrió mazmorras y corrió hasta la cruz a bajar al Nazareno para limpiar sus heridas junto a María y Magdalena.
Y nació un aplauso que empezó tímidamente y cuando parecía extinguirse, explotó hasta dejar las manos rojas de alegría, porque escondía las ganas de cantar nuestras canciones, de poguear, hacer el trencito y tirar pasos de murga, cumbia, chacarera y chamamé.
De pronto una mujer desconocida se paró, su pelo canoso era largo, su piel tenia las huellas del tiempo y su voz arremetió como Liliana Felipe cantándole a Juana Azurduy, sus palabras fueron: “Gracias a Dios, al Papa Francisco y a nuestra Querida Presidenta Cristina por hacer esto Posibleˮ. Luego nos enteramos que se llamaba Pitina y que en los 90 ´s se había parado en estos bancos y hasta había tomado el templo. Qué lindo era verla ahora sonriente, recibiendo el cariño de personas veinte o treinta años más chicas.
Luego de los saludos, los agradecimientos, los mimos, las risas, las fotos y las selfpics, salimos. Ya era el medio día, el sol brillaba y la plaza estaba a todo ritmo, teníamos que volver a los barrios a pintar una escuela, a jugar al futbol y dar los talleres de arte, teníamos que volver para que Néstor siga vivo y nos mande un abrazo con cada guagí¼ita que se equivoca y nos trata de usted, teníamos que volver a ver, a vernos, a ver para creer.