Las elecciones desnudan a todos.
A los jetones de moda que creen que para “hacer política de verdadˮ, al pueblo hay que decirle “lo que quiere escucharˮ. Y le tienen que preguntar a sus asesores de imagen qué carajo es lo que “la gente quiere escucharˮ.
Desnuda incluso a los que por fin dicen lo que realmente piensan porque, de pronto, por la “estrategia electoralˮ, para conservar su quintita y su banca, les conviene dejar de mentir como el resto del año. Entonces confiesan sus intenciones de volver a los noventa, al ajuste, a la represión, a darle a Clarín y a las corporaciones lo que es de todos los argentinos, a volver a arrodillarse al Fondo Monetario.
Desnuda a esos viejos de saco y corbata y carísimos sobretodos que se creen más que el resto y todavía piensan que desde un cargo en la justicia le pueden impedir al pueblo votar a sus representantes .
A los lengualargas cuya única propuesta es repetir como nabos que están en contra de la “reelección indefinidaˮ con la patética esperanza de que el pueblo les crea que la Constitución Nacional establece que cada tantos años tienen que volver a gobernarnos un grupo de politiqueros aliados a los grandes empresarios para empobrecer a los trabajadores, porque de eso se trata una “verdadera Repúblicaˮ.
Desnudos quedan los periodistas, los editorialistas, y todos esos “dueños y guardianes de la libertad de prensaˮ que se olvidan que vienen mintiendo con que son independientes y bancan más a los candidatos opositores que los mismos candidatos.
Incluso desnuda a esa izquierda snob que se la pasa más tiempo mirándose al espejo pensando en cómo acomodar su discurso para aprovechar un “mercadoˮ electoral, en lugar de poner el cuerpo en la histórica lucha de los pueblos contra sus opresores.
¿Y a la militancia? A nosotros no nos desnudan las elecciones porque siempre militamos sin disfraces. Decimos lo que pensamos porque para eso queremos la libertad de expresión. No le tenemos que preguntar a nadie cómo se le habla a la gente por televisión porque estamos en la calle todos los días. No militamos por “mandatosˮ, ni períodos, sino toda la vida. Con la misma idea, el mismo rumbo, las mismas fuertes convicciones, sin vendernos.
“Compañeros del Ejército de los Andes: La guerra se la tenemos que hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importaˮ. San Martín