Editorial

Insoportablemente vivo

Tu presencia no le resulta indiferente a nadie. Ni a los muchos ni a los pocos.

A los muchos porque se dieron cuenta, gracias a vos, que la historia de los pueblos y de sus reivindicaciones continuaba y con ella, las viejas luchas populares, las gestas históricas, los héroes colectivos hoy están más vivos que nunca.

Y darse cuenta de que no hay injusticia que sea invencible genera la obligación de cambiarla. Una obligación que al corazón le resulta insoportable. Una obligación alegre, de amor. Un compromiso. Para los muchos.

Para los pocos, ese amor es una pesadilla que les recuerda cada minuto de sus vidas que no tienen otra razón que la fuerza, el odio y la mentira. Siempre tuvieron privilegios pero ahora se sienten incómodos porque le tienen miedo a la igualdad. Un miedo insoportable.

A los muchos les diste la dignidad de ser parte de un paí­s, de un pueblo, de un continente.

A los pocos les diste bronca porque nunca se imaginaron que tendrí­an que justificarse ante el resto y hasta sentirse tentados a querer ser parte de los muchos.

Pero despertaste a todos. A los muchos y a los pocos les diste vida. Una verdadera vida, con un sentido, con calor y pasión, con ideas y con trabajo. Una vida plena.

Insoportablemente vivo en las realizaciones y en la certeza que dan para seguir haciendo.

Insoportablemente vivo en el presente y en el futuro.

Insoportablemente vivo en la esperanza de los muchos y en el odio de los pocos.

Insoportablemente vivo para todos y todos insoportablemente vivos.

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