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Censistas militantes

Orgullosas lágrimas se me caí­an al llegar a la plaza luego del arduo dí­a censal en Jose C. Paz donde me sentí­ sumamente sola porque los tení­a lejos pero a la vez, consolada en los rostros de personas desconocidas pero que estaban remandola igual que yo, con la bronca atragantada en la garganta y más ganas de no creer que de aceptar. Saber que muchos de uds. compañeros y hermanos de la vida estaban haciendo lo mismo que yo en algún lugar aguantandose las ganas de llorar desconsoladamente en los brazos de algún censado, queriendo escapar hacia alguna realidad donde “la noticia” sea un sueño, me daba fuerzas.

Ana Edwin demostrando que tiene los ovarios del tamaño de dos planetas en cadena nacional garantizando lo que habia que garantizar, poniéndole el pecho a la situación, conduciéndonos (como siempre) hacia el MEJOR CENSO DE LA HISTORIA ARGENTINA me puso la piel de gallina. Ver el compromiso militante de todos que se aguantaron y salieron a patear esos lugares donde muchos no quisieron entrar porque para ellos viven “los negros de mierda”; llegar a la plaza y fundirme en abrazos con mis compañeros de todas partes (porque todo el que estaba en la plaza, más allá de las diferencias, era un compañero en el dolor y en la lucha); ver a esos “censistas militantes” con la credencial y flameando banderas o agitando bombos; me hizo sentir que tanto sacrificio y dolor no habia sido en vano.

La noche larga y lacrimogena, los abrazos constantes, reconocerme en los rostros ajenos, el aguante en el local. Amanecer y tener que comprar el diario para poder tomar dimensión de “la noticia”, verla de pasada en una tele a Cristina dolida pero plantada, me hizo salir corriendo al frente de la columna gigante de compañeros de La Cámpora que brillaba bajo el sol de Octubre.

Cantar, putear, llorar con udstedes, caminar literalmente de la mano por horas, tratar de contener una columna que nunca estuvo mas de 15 minutos callada y a la que constantemente se le sumaban remeras, banderas, lágrimas, abrazos.

Caminamos de a pasitos, lentos pero seguros con un solo fin: rendirle homenaje al compañero Néstor y bancar a los pingí¼inos que nos quedan. Las largas horas de espera pasaron en un segundo, más allá del cansancio nos supimos organizar y así­, con sonrisas humedas y gargantas al palo entramos a la rosada. El “..ni la muerte nos va a separar, desde el cielo Nestor a bancar..” retumbaba entre mármoles históricos, desde los cuadros nos miraban orgullosos Tupac, Rosas, Don José, el Che, Juan Perón y tantos otros compañeros.

Llegar al final de la fila y ver a Maximo sumamente emocionado, llorando sí­, pero con una sonrisa gigante, también. Fundiendose en abrazos con todos, nos unian el mismo dolor y las mismas ganas de seguir adelante construyendo lo que Néstor nos dejó a medio cocinar.

Responsables, asumimos nuestro rol de continuadores y multiplicadores y ahora más que nunca no hay que dejarse caer. Como me dijo un compañero: “Me lo imagino a Néstor con una sonrisa gigante mirandonos desde el Cielo” y yo también me lo imagino así­.

Me gusta pensar que el Pocho y Evita no se aguantaron más las ganas de conocerlo y que lo fueron a buscar después de que su corazón gigante y cansado le puso un freno a su vida “mortal”.

Me imagino que cuando llego, tení­a 30.000 sonrisas que le agradecí­an por la Justicia que les supo conseguir, me imagino a mi abuelo agradeciéndole porque su familia ahora vive mejor y porque su nieta a la que nunca conoció también gracias a él siente que es un compañero.

Porque Néstor me dí­o las cosas más lindas que tengo, me hizo empezar a cuestionarme cosas, me hizo pensar, me hizo reflexionar lo suficiente para que esa inquietud se convirtiera en acción, me hizo empezar a militar. La militancia me hizo conocer a muchos de los que ahora llamo amigos, hermanos.

Me hizo conocer a Mi compañero. Me dio la oportunidad de trabajar para engrandecer a la Nación y así­ conocí­ lugares increibles, gente de todo tipo.

Hizo que mis papas puedan jubilarse y vivir mejor, los hizo volver a creer en la polí­tica, a confiar en el Estado, los hizo quererlo como lo quiero yo y como lo queremos todos. Hoy caminando entre la lluvia con gente que no conocia porque me quedé atrás, ver que todos cantaban lo mismo: los militantes, los autoconvocados, los chetos, los blogueros, los obreros, los estudiantes, los humildes, los putos, los negros, los excluidos, me infló el pecho de orgullo.

Hoy más que nunca me enorgullece ser Argentina, pingí¼ina, peronista y pertenecer a esa organización que quiere convertirse en movimiento y que tiene nombre y apellido de lealtad: Héctor Cámpora.

No voy a extenderme más, tan solo se me cayeron a escupitazos las letras de las teclas y los pensamientos se convirtieron en palabras magicamente, una vez más gracias a él, por pensar en él.

Nos queda mucho camino por recorrer compañeros, Cristina nos necesita más que nunca, Maxi también, pero por sobre todas las cosas las millones de lágrimas censadas están esperando para que la justicia social, la soberania polí­tica y la independencia económica de este paí­s sea de una vez y para siempre la realidad de TODOS Y TODAS.

Los abrazo con el alma y a vos Néstor te digo nuevamente GRACIAS por no venderte nunca, por ser leal y justo y por hacernos crecer en un paí­s libre y alegre, independiente y solidario, con la memoria activa.

Te quiero.

Mariana “la negra” Piccinino.

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