Militancia

Efeméride de pascuas

Qué difí­cil es pensar en las pascuas sin ningún tipo de connotación histórica. Si nos remontamos al origen de esta festividad, que comenzó con las tradiciones paganas como celebración de bienvenida de la primavera y los augurios de prosperidad que traí­a aparejados, pareciera que no tiene mucho sentido que la celebremos nosotros ya que por este lado del hemisferio nos toca celebrarla en otoño.

Si trazamos su origen en la era cristiana, esta celebración cobra un sentido más trascendental que el mundano ligado a la primavera. Esta fecha nos recuerda que hubo un hombre que fue crucificado y murió por la salvación del mundo, por la justicia, los necesitados, los humildes, los esclavos, que nunca representó a los poderosos, los depredadores, los asesinos.

Y en Argentina esta fecha también cobra otro sentido, cuando analizamos nuestra historia. No podemos olvidar que en democracia, en 1987, esta celebración se vio opacada por un intento golpista. En ese momento, Alfonsí­n convocó al pueblo a la plaza para anunciarnos que “La casa está en orden. Felices Pascuas para todosˮˮ¦ Y nos dio una patada sucia, la de la traición.

Tras su reciente deceso, los televidentes, los radioescuchas, los lectores, la ciudadaní­a misma nos cansamos de leer, oí­r, y escuchar que habí­a fallecido el Padre de la Democracia. Fue y sigue siendo impresionante el despliegue comunicacional y mediático en torno a su figura, pero como bien sabemos, se trata de un aprovechamiento polí­tico, para sacudirle al gobierno. Curioso resulta que mientras Alfonsí­n estaba vivo, ningún sector expresó con tanta vehemencia que él era el polí­tico más importante que necesitaban los argentinos.
 
Volviendo a los que nos ocupa, que es rememorar a modo de efeméride la famosa frase de “Felices Pascuas, la casa está en ordenˮ, podemos afirmar que muchos, la gran mayorí­a de nosotros/as no presenciamos esa plaza de vuelta a la democracia, esa plaza de La Casa en orden y de Felices Pascuas. Podrí­a decirse que hemos nacido con esas plazas, pero no estuvimos presentes. Por este motivo, los análisis los podemos hacer ahora, transcurridos 20 años. Y pretendemos analizarlo en el contexto que antes mencionábamos: los grandes medios enalteciendo la figura de Alfonsí­n, omitiendo algunos detalles importantes.

Hagamos un poco de historia. La frase la inmortalizó el ex presidente Raúl Alfonsí­n hace mas 20 años, el domingo de Pascua de 1987. Dí­as antes se   habí­a levantado un grupo armado que pasó a la historia como “Carapintadasˮ, liderados por el teniente coronel Aldo Rico, quienes exigí­an una reivindicación social de los militares y amenazaban con dar otro golpe de Estado.

Con los carapintadas, tení­amos frente a nuestros ojos, a parte de la resaca de la dictadura, que con el levantamiento pretendí­a frenar la continuidad de los juicios a los militares involucrados en la represión y desaparición de 30.000 compañeros, juicios que hasta ese momento avanzaban sin hacer distinción de rango alguno.

Fueron dí­as de máxima tensión. Pero ese domingo casi todos los integrantes de los partidos polí­ticos y mucha gente sin distinción de banderas, niños, jóvenes y adultos, llenaron la Plaza de Mayo para, a diferencia de otras veces, defender la incipiente democracia.

Alfonsí­n fue en helicóptero hasta Campo de Mayo. Se reunió con Rico, nos hicieron creer que lo convenció de que desista su rebelión, volvió y en el balcón nos dijo; “ ¡Felices Pascuas. La casa está en ordenˮ. La gente festejó, pero se produjo un quiebre. Para muchos, la famosa frase marcó el principio del fin del gobierno radical. Esa supuesta ¿negociación-traición? trajo finalmente aparejadas DOS LEYES: Obediencia Debida y Punto Final. Alfonsí­n manifestó que la situación lo obligó a ir a hablar con ellos, que no negoció nada y que en todo momento trato de preservar la democracia.

No vamos a negar que el marco en el que se dio todo, no era de los mejores. La democracia era endeble, frágil, vulnerable, pero la plaza estaba llena, eran cientos, miles de argentinos. ¿Y ellos?, un grupete de trastornados que pretendí­a seguir impartiendo terror y sumisión. En aquella famosa plaza, insistimos, estaba gran parte del pueblo argento apoyando al nuevo presidente, expresando su firme decisión de defender la democracia; pero Alfonsí­n, Alfonsí­n nos dejó un sabor agridulce, amargo quizás.

Significó quizá un retraso en la investigación de numerosas causas contra los derechos humanos y en el enjuiciamiento de muchos militares involucrados. Significó quizás, el fin de su gobierno. Significó quizás, una tibia muestra de compromiso con la democracia. A los militares habí­a que enjuiciarlos, habí­a que escracharlos y mandarlos a cárceles comunes, para que pasen el resto de sus nefastas vidas, no favorecerlos con leyes como la Obediencia Debida. Las interpretaciones son diversas, aquí­, un pequeño análisis de lo que creemos que sucedió. Pero de todos modos, no somos los poseedores de la verdad, apuntamos a generar ruido, a desmitificar un poco eso que leemos, vemos, y oí­mos hace una semana sobre “El padre de la Democraciaˮ.

Ordenar la casa significó transar con los vestigios que aun quedaban enquistados en el poder de ese sector de la peor lacra de militares, que se cobraron 30.000 vidas, y   que exigí­an mantener el orden económico concentrado que habí­an instalado con sus botas y fusiles. Y el viejo transó. Pero no fue a tí­tulo gratuito, el pueblo lo pagó con pobreza y exclusión y él con su retirada temprana del poder sin concluir su mandato presidencial.

Hoy estamos cambiando la historia. No traicionamos ni crucificamos al pueblo. Por el contrario, estamos recorriendo el camino hacia su emancipación. Desde el 2003, de la mano de Néstor con la implementación del proyecto nacional y popular que continúa con Cristina.

A pesar de los intentos desestabilizadores de los mismos de siempre y de los “judasˮ de turno que hacen gala de su oportunismo desde el nuevo “orden mediáticoˮ, las cosas se están ubicando en su lugar. Con polí­ticas y gestión de gobierno concretas que incluyen la defensa de los derechos humanos, justicia e igualdad de oportunidades para el pueblo todo.

No negamos los méritos de Alfonsí­n, pero tampoco sus errores. Si vamos a contar la historia, si vamos a discutir sobre lo que pasa, es necesario que lo hagamos con los pies sobre la tierra. Tratando de no omitir nada. Porque si construimos la historia sobre hechos grises, nunca podremos avanzar en un proyecto nacional y popular, porque siempre estará quedándonos el vaso medio vací­o.

Hoy defendemos el proyecto nacional y festejamos estas pascuas con la convicción de que se puede construir un paí­s más equitativo y justo para todos, conviviendo pací­ficamente en democracia, con amor y alegrí­a.

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